Pobre de aquel.

 Hoy he recibido una especie de letanía  que no puede estar mas actual.


Nos ha tocado vivir
tiempos duros.
Pobre de aquel que se queja cada día,
y recurre a la nostalgia.
Pobre de aquel que solo encuentra
refugio en el ayer,
pobre de aquel que quiere ser eterno
viviendo a medio gas,
pobre de aquel solo tiene
el recurso de la hambruna,
pobre de aquel que compara
a dios con un gitano,
pobre de aquel que se lo
lleva crudo y a dos manos,
pobre de aquel, que sin
querer mete la pata,
pobre de aquel que huérfano de
padres, adopta un niño,
y
pobre de aquel que
aunque quiera ser bueno,
no lo es.
Pobre de aquel...
                                        Nicolás.

No tengo nada que envidiar.

Y siguen llegando poco a poco


No tengo nada que envidiar
a la gente que dice que es feliz.
No tengo nada que envidiar
a la gente que dice
que no debe nada.
No tengo nada que envidiar
a la gente que no tiene futuro.
No tengo nada que envidiar
a la gente que
no envidia nada.
No tengo
ni quiero,
nada que envidiar.
No tengo nada.

Nicolás

Estoy aquí.

 Últimamente Mi poeta está desanimado, ¿qué le pasa a mi poeta?

Estoy cabreado con el mundo
una vez más,
y van doscientas mil.
Estoy al borde de la náusea
otra vez más
y van quinientas mil.
Estoy asqueado de todo,
como siempre,
y no recuerdo
un momento de sosiego.
Estoy, aquí,
solo,
aburrido,
esperando un no se qué.
Estoy aquí,
esperando doblar la esquina
de mi vida
y encontrarte,
 estoy aquí, con esta mezcla
de euforia y sinrazón,
que hace las noches
tan largas
y los días tan huraños
estoy aquí, en esa dulce mezcla
del dolor y la pasión,
en ese turbio vericueto
donde encuentra hueco la molicie.
Estoy aquí, ahora,
solo,
frente al espejo blanco
de un folio en blanco
en el que no cabe
el atajo,
ni el proverbio,
solo cabe,
la nostalgia que
alimenta esa parte de ti.

                                                             Nicolás.

Dejame que te cuente un cuento.

Déjame que te cuente un cuento.
No es de elfos ni princesas,
no es de gnomos ni cenicientas.
Es el cuento de la vida.
Unos piensan en vivirla,
otros piensan en morderla.
Unos piensan que es de trapo,
otros piensan que es de tela.
Unos piensan que la viven,
otros piensan que la sueñan.
Unos piensan que es de paso,
otros piensan que es eterna.
Unos piensan que es la suya,
otros piensan que es la nuestra.
Unos piensan que es verdad,
otros piensan que es mentira,
unos piensan en plural
y otros piensan
¡que mas da!

Nicolás

Esa mujer que me busca

 Y gota a gota siguen llegando los poemas de Nicolás que ya tienen estilo propio.

Transcribo:


Esa mujer que me busca
cada tarde en las esquinas,
y me encuentra, a veces,
-casi nunca-
borracho y amnésico
-tal cual-
no es mi amor,
pero pudiera serlo si lo intenta,
sólo es un recuerdo
que no quiero recordar,
es sólo un trocito de esa
parte de mi historia
que no se donde alojar,
es, si acaso, la parte de mi vida
que se ha muerto, es como mucho mi pasado
es como mucho,
una ilusión.

                                        Nicolás

 La fotografia es de un lienzo titulado  A Montrouge - Rosa la Rouge de Henri de Toulouse-Lautrec (1864–1901)

Esa joven, es mi amiga

Alguien me preguntó hace unos días -¿que edad tiene tu poeta?- y me sonroje al pensar que un poeta pudiera tener dueño y que por algún extraño motivo la persona que me hablaba me había adjudicado a Nicolás, no supe responder y me he puesto a calcular si, los poemas más antiguos de la carpeta de "Notas para Nada" están fechados en 1974 e imaginemos que tuviera alrededor de dieciocho o veinte años ahora se debe encontrar en torno a los sesenta, ya no es un adolescente y eso se intuye en los últimos poemas recibidos.
El poema de hoy es una excepción, al leerlo me he imaginado a un poeta que tal vez ronda la treintena.


Esa joven canalla que
un día hizo su hatillo
y se puso el mundo por montera
es mi amiga.
Esa joven que conoció el
Danubio en su infancia
y un día aparece en
cualquier parte, sin retorno,
es mi amiga.
Esa joven que cada noche,
reconoce sus errores y
duerme entre sabanas frías
es mi amiga.
Esa joven, que sufre en silencio sus temores
y nada, ni nadie la amedranta,
es mi amiga.
esa joven, que un día fue
 madre y hoy es amante
- y no querida-
y hoy es amante
-y no esposa-
y hoy es amante
-y no sierva-
y hoy es amante,
y libre
y feliz a escondidas,
esa joven,
es mi amiga.

                                    Nicolás

La gelatina que embadurna tu alma.

 Me sigo preguntando el porqué Nicolás manda lo que escribe a intervalos irregulares en el tiempo. De pronto recibo poemas todos los días y a veces parece que se olvidara de mi correo. Ya que nuestra comunicación se limita a recibir estrofas por su parte y un "muchas gracias" por la mía, no se si  por falta de tiempo, por viajes o simplemente porque las musas no lo visitan tan a menudo como yo quisiera. 
 También en una de estas reflexiones pienso que la poesía como obra artística que es, ademas de distracción y placer me produce tensión e información sobre ese mundo intimo del que se está convirtiendo en uno de mis poetas preferidos.
Transcribo.

A veces , la gelatina que embadurna tu alma solo
me produce escalofríos
y no es verdad
que puedas arropar tu soledad,
con tu desdén.
Yo solo soy un alma solitaria,
tú solo eres un trozo de 
hielo a la deriva,
yo me escucho y me contesto,
tú solo cantas arias
en silencio.
Jamás me vas a perdonar,
jamás te voy a conocer.

                                           Nicolás.

El viejo que musita en las tabernas

Toda esta historia de la carpeta de "Notas para nada" encontrada en el contenedor hace más de un año, me sedujo, me cautivó, me embrujó e incluso llego a enamorarme si es que te puedes enamorar de una carpeta. Descubrí a un poeta que el azar a querido que vuelva a escribir después de muchos años y me siguen seduciendo esos versos que como un goteo continúan llegando a mi correo.
Transcribo.

El viejo que musita en las tabernas
y quiere conseguir carne fresca con halagos
me recuerda a mi 
cuando era joven
y jugaba a viejo prematuro.
El joven que apuesta por el 
riesgo y la aventura,
y trata con desdén
a sus colegas de vida ordenada
y sin miserias.,
me recuerda al viejo que soy
mal que me pese.
Ambos, no son, no somos
sino el remedo estúpido
de alguien sin  principios,
que sólo aspira a ser feliz
a cualquier precio,
sin importarle el 
quién, el cuándo, el dónde
el cómo, ni el porqué.
Yo, que , aunque no lo creas me conozco,
yo se quien soy.

                                                            Nicolás.