Bienvenida

Bienvenidos a este mi primer blog, notas para nada, en el que únicamente tengo la intención de compartir una carpeta que encontré en el contenedor de papel para reciclar, y decia así -- notas para nada-- escrito con letra firme y subrayado notas para nada, contiene cartas, poemas, cuentos y relatos cortos fechados algunos hace más de treinta y cuatro años. Hay servilletas de bar con poemas, folios medio rotos, posavasos con anotaciones, hojas de cuaderno con relatos cortos, todo un descubrimiento. No sé si esto es legal ya que no soy la propietaria de estos escritos pero después de leerlos creo que todas las emociones y sentimientos volcados en estos papeles, no merecen ser destruidos.

miércoles, 18 de mayo de 2022

Refugio de aves heridas

    

 

 REFUGIO DE AVES HERIDAS


Me había arruinado. Perdí mi Empresa y con ella todos mis ahorros. Además a mi padre le habían diagnosticado un cáncer terminal. “Hay golpes en la vida que parecen del odio de Dios”, escribió Cesar Vallejo.

Era la primavera de 2001. Me compré una guía de El Camino de Santiago e hice la mochila del “por si acaso” : 20 kg. de mochila. Mi idea era hacerlo solo. No muchas etapas. Mi estado físico era deplorable, fumador empedernido y devorado por el estrés el último año.

Comentándolo con amigos, un par de ellos me pidieron acompañarme. Acepté. Narcis tenía diez años menos que yo, era descendiente de la burguesía catalana asentada en Sevilla, hipertenso y muy vitalista. El también quería hacer el Camino porque no estaba en el mejor momento de su vida. Tenía, tiene, cierto aire zen, pero en aquella época era víctima de sus excesos. Ahora, han pasado veinte años, corre maratones y hace trekking por el Himalaya. El Camino se le ha quedado pequeño. Eduardo fue el segundo en apuntarse, de mi edad, con un currículum brillante, había estado enganchado a cualquier sustancia que le llevara a paraisos artificiales y después de un largo periodo de desintoxicación que incluyó terapias con ayahuasca, estaba limpio. No hay peor cosa que un pecador arrepentido. Era don perfecto. Lo sigue siendo. Ahora se hace dos analíticas al mes, levanta 120 kg. en el gimnasio, ha superado un cáncer y va a misa los domingos.


Nos plantamos en O Cebreiro una tarde lluviosa de Junio, yo con mi mochila de 20 kg., Eduardo con otra el doble de la mía y Narcis con una de miniatura pero que parecía el bolso de Mary Poppins, increíble la cantidad de cosas que llevaba y lo mas curioso era que por las noches sacaba, para dormir, un pijama perfectamente doblado y planchado. Cosas del Seny.


Los tres sabíamos que nuestra mochila portaba algo mas que enseres. Pero no queríamos hablar de ello. Yo, llevaba a mi padre. Cuando le conté que iba a hacer el Camino, me dijo: “Pídele al Santo por mi”. El era de un pueblo pequeño de Castilla cuyo patrón era Santiago Apostol. De hecho, cada año sacaban al Santo en procesión el 25 de Julio. Don Ceferino, el párroco del pueblo, un año que fue Jacobeo llevó a todos los parroquianos a Santiago de Compostela en varios autobuses. Mi padre lo recordaba con entusiasmo, él había viajado poco.


Y nos pusimos en marcha. Aquella mañana en la que vimos la primera flecha amarilla, y poco despues el primer hito, Santiago 158 km. , renuncio a contarla, hay que vivirla.

Subimos el Alto del Pollo, después cuesta abajo hasta Triacastela, y así un día y otro día viendo flechas amarillas y mojones contando los kilometros hacia atrás. Llegar a Sarria era como cumplir un objetivo, hay cien kilometros hasta Santiago y es lo minimo que te exigen para darte la Compostela.


Al llegar a Portomarín, hice un paquete de 15 kg. y lo envié a mi casa. Ya no podía mas. Alivié mi espalda y mis rodillas. No me libré de las ampollas, ellas serían fieles compañeras hasta el final. Dejé de sufrir y empecé a disfrutar del Camino. No teníamos prisa por llegar. Aprendí que el Camino es el camino.

Después de varios días de caminata llegamos a O Pedrouzo, última noche antes de llegar a Santiago. Cenamos en el restaurante O Pino, regentado por un matrimonio encantador. En la mesa de al lado, cenaban otros dos peregrinos. Narcis le dijo al dueño si sería posible hacer una queimada.

- ¡Cómo no! - respondió.

Y nos trajeron los útiles al efecto mas dos litros de orujo.

Se nos unieron los vecinos de mesa a la hora de los conxuros. Resultaron ser venezolanos. El mas joven nos comentó que venían desde Roncesvalles los tres.

- ¿Los tres? - pregunté yo.

- Si, es que mi padre también viene con nosotros. Me respondió.

Y sacó de de su mochila una urna de cerámica que dijo contener las cenizas de su padre.

Nos contó que había fallecido recientemente y su último deseo es que esparcieran sus cenizas en su pueblo natal, una pequeña aldea cerca de Santiago. Había emigrado a Venezuela hacía cincuenta años y nunca regresó pero la morriña de su tierra le duró hasta el final, relataba su hijo con los ojos húmedos.


Al día siguiente llegamos a la misa del Peregrino a las doce, en la Catedral, con algo de resaca por el orujo de la noche anterior y con el regusto de tantas emociones vividas en esa semana. Todo un espectáculo cuando van recitando los peregrinos que ese día han llegado a Santiago, : “2 de Portugal, 5 de Alemania ,4 de Francia, 7 de Canadá, 2 de Venezuela, 3 de Valladolid, 9 de Madrid, etc.” Salimos oliendo a incienso y ya fuera, bajo el Pórtico de la Gloria, nos abrazamos los tres y nos dijimos con la mirada todo lo que todos sabíamos que nos queríamos decir.


Mi padre falleció al poco tiempo, pero tuve tiempo de contarle la experiencia. El me dijo socarrón, ¿seguro que le pediste al Santo por mi ? Llevo veinte años haciendo casi todos los Caminos pero nunca llevé sus cenizas. El no quiso que lo incineraran.


Entonces lo intuí pero ahora después de haber conocido a cientos de peregrinos, se con certeza que el Camino es un refugio de aves heridas.

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