Esto es,...un cuento chino.
Tai-chi,
joven inquieto de Shangai era hijo, -es hijo porque aún vive- de un
viejo comerciante que ejercía su noble actividad en la esquina de las
calles Dragón Rojo y Río Azul.
Tai-Chi aprendió el oficio de su padre
que le inculcaba los trucos y triquiñuelas propias de un mercader
avezado como él. Tai-Piao, (ese es el nombre del padre) comerciaba con
esponjas marinas y rojos corales que arrancaba a las entrañas del mar en
las noches de luna llena. Después, cada mañana, con los ojos hinchados
de agua y su enjuto cuerpo arañado por los arrecifes, abría su tienda.
Los viejos vecinos del barrio servían de guias a entusiastas compradores
que llegados del otro confín de la China, buscaban afanosos la esponja
marina y el rojo coral de Tai-Piao.
Tai-Chi, crecía discreto en un
tibio rincón de la tienda, y escuchaba atento las historias de sabios
clientes llegados de las montañas sagradas y lejanos lugares que nunca
llego a conocer. Tai-Chi aprendía.
Una noche, de luna llena, padre e
hijo bucearon buscando los secretos del mar, perpetuando la vieja
costumbre de hacer el relevo generacional cundo el hijo cumplía quince
años. Según la tradición, Tai-Chi debería abrir aquella mañana la
tienda, engalanarse con sus mejores túnicas y obsequiar a los clientes
con un dulce pastel hecho de miel y arroz. Pero, Tai-Piao, no le dejó.
Recordó con dolor sus quince años, el día que su padre le cedió el duro
cuchillo de mango de plata, como simbolo de testigo en el relevo. Y
recordó, que al día siguiente su padre murió. Y no quiso dejar que
Tai-Chi abriera la tienda aquel dia, ni mañana, ni nunca.
Hoy, en la
esquina de las calles Dragón Rojo y Río Azul, los turistas hacen un
alto en su ajetreo por la cuidad, tomando perritos calientes y
Hamburguesas, bajo un llamativo toldo con el rótulo: TAI-CHI BURGUER.
Nicolás
Compartir una carpeta que encontré en el contenedor de papel para reciclar, y decia así notas para nada escrito con letra firme y subrayado NOTAS PARA NADA.
Bienvenida
Bienvenidos a este mi primer blog, notas para nada, en el que únicamente tengo la intención de compartir una carpeta que encontré en el contenedor de papel para reciclar, y decia así -- notas para nada-- escrito con letra firme y subrayado notas para nada, contiene cartas, poemas, cuentos y relatos cortos fechados algunos hace más de treinta y cuatro años. Hay servilletas de bar con poemas, folios medio rotos, posavasos con anotaciones, hojas de cuaderno con relatos cortos, todo un descubrimiento. No sé si esto es legal ya que no soy la propietaria de estos escritos pero después de leerlos creo que todas las emociones y sentimientos volcados en estos papeles, no merecen ser destruidos.
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